aprender a vivir

En el Centro de Rehabilitación de Orangutanes Sepilok, en la provincia de Sabah, al noreste de Borneo (Malasia), los huérfanos o aquellos recuperados del cautiverio y el tráfico de animales deben, paradójicamente, aprender a ser lo que son: «personas de la selva». Los más pequeños llegan atónitos; privados de la imprescindible enseñanza y de los cuidados de sus madres, no saben qué hacer ni cómo hacerlo. Los más grandes, aturdidos por los años pasados entre rejas o atados a un poste, contemplan perplejos la inesperada posibilidad de recuperar su saber natural. Veterinarios, cuidadores y voluntarios los asisten en su regreso a la jungla: les enseñan a trepar a los árboles, a colgarse de sogas que luego serán ásperas lianas, a construir un nido de hojas y ramas para descansar a salvo, a elegir la comida, a defenderse y a huir cuando es necesario. Poco a poco, los orangutanes rehabilitados se adaptan a su condición de seres libres y recobran la familiaridad con el entorno al que pertenecen. La memoria de la especie revive en ellos con trabajosa lentitud, hasta que un día dejan de visitar las plataformas de alimentación y se retiran definitivamente del mundo humano.

pasaje del prólogo escrito con Bárbara Belloc para el libro
Orang-Utans de Teresa Arijón.

a veces, los humanos también tenemos que recuperar la memoria de nuestra especie y aprender a vivir de nuevo. ¿no os parece? cada vez tengo más esa sensación.

(la foto es de David J. Slater, la encontré aquí y la utilicé ya el año pasado, pero sigue gustándome mucho).