inspiración efímera.
hace una eternidad, una de mis lecturas mensuales favoritas era Vogue Business Deutschland, una revista para ejecutivas internacionales, en la que, aparte del horóscopo más especializado que he visto en mi vida, todas las protagonistas eran mujeres de nivelazo, los modelos que te presentaban servían lo mismo para la oficina que para una cena en el museo del Prado, y los consejos gastronómicos te los daban las grandes directivas del mundo. yo era secretaria entonces, pero esta revista me hacía sentir como las chicas de Armas de mujer.
en fin, todo esta introducción para contaros que, en uno de los números, les preguntaban a un montón de mujeres de éxito {del de verdad, del de tener un trabajo estupendo, un sueldo de infarto, una vida de lujo y haber roto el techo de cristal} por sus inspiraciones. serían como veinte señoras y todas, sin excepción, contaban entre sus herramientas inspiradoras ramos de flores frescas en el despacho.
en un mundo en crisis {de todo tipo, pero especialmente económica}, parece un despropósito gastar el dinero en algo que dura un suspiro, destinado sin remedio a perecer. y, sin embargo. desde humildes girasoles, claveles, margaritas, hasta lujosas peonías, y en todos los colores del arcoíris, las flores frescas deberían ser un derecho garantizado. porque hay que alimentar de belleza el alma para luchar contra el mal del mundo. y, aunque mi sueño es tener el jardín de Vanessa Bell, mientras sea una pobre empleada, tendré que ser clienta de floristerías o acércame a un parque, una rosaleda o la estufa de un jardín.
¿y vosotros? ¿tenéis jardín? dadme envidia, por favor.
(foto).
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