bagaje emocional

todo el mundo lo tiene. lo suyo es llevarlo con elegancia. todos tenemos nuestros traumas, únicos, obstinados e interesantes a su manera: alguien nos humilló hace mucho tiempo; veíamos a nuestros padres discutir con amargura; sufrimos un miedo infantil a la pobreza o, quizá, se burlaban de nosotros por ser demasiado cursis; nos planteábamos nuestro valor comparándonos con nuestros hermanos más listos, más guapos, más todo; nuestra primera opción profesional acabó en auténtico desastre; nuestra tendencia a la independencia obsesiva hace muy difícil a todo el mundo convivir con nosotros; nuestra vena rebelde era muy mona a los dieciséis, pero se ha convertido en un obstáculo para la convivencia pacífica…

es imposible vivir sin alguna carga de este tipo. pero hay una gran diferencia en hacerlo si sabemos reconocerlas y las entendemos. cuando no lo hacemos, tendemos a ponernos a la defensiva y amargarnos. decimos que nuestra autoestima es perfecta, que son los demás los que tienen un problema con la suya. insistimos en que no somos envidiosos: es que los demás son unos avariciosos. no somos rebeldes: es el mundo, que es demasiado conformista. y, por supuestísimo, no es difícil vivir con nosotros: es que nuestras parejas son patéticas.

eso es bagaje emocional mal llevado. pero quizá podamos aprender a manejar mejor esas cargas que arrastramos, a descifrarlas, a ponerlas en contexto y a informar a los demás de su existencia a tiempo (cuando aún nos queda algo de calma).

este texto no es mío: es la presentación de la divina bolsa de The School of Life, que celebra uno de los proyectos más glamurosos en los que podemos embarcarnos: aprender a llevar nuestro bagaje emocional de la mejor forma posible.

yo ya tengo la mía. vosotros podéis comprar una aquí). bueno, si queréis, claro.