
visto en
twitter: «no sé qué hacer con mi vida, quizá podría hacerme traductor».
leído en
una traduttrice: «tengo la vaga impresión de que, si una universidad norteamericana hiciese un estudio sobre los trabajos más ambicionados por los italianos, en el tercer puesto, justo después de rey del mundo y funcionario de la región siciliana, estaría el traductor literario».
oído de un conocido: ha dejado su trabajo de ingeniero en Rolls Royce y va a estudiar Traducción.
recapitulemos:
interminables horas ante la pantalla de un ordenador, sin ver la calle ni hablar con otros seres humanos. traducciones manidas, poco inspiradoras y, no pocas veces, aburridas. tiempo libre escaso y a deshoras. el riesgo de perder a tus amigos porque tus temas de conversación se reducen a: a) tú y lo poco que te pagan; b) los otros traductores y lo mal que han traducido ese libro/esa película; c) la falta de vocabulario de la gente y lo mal que escriben los periodistas. las discusiones con agencias, clientes, revisores...
que sean traductores los demás, ¡yo me pido
emperatriz del universo!
(foto de
Dina Goldstein: Cenicienta busca un taxi, porque su vida ha dejado de ser un cuento).