martes, 29 de octubre de 2013

martes de ficción



un ejercicio de clase. no seáis crueles ;o)

LA CASUALIDAD

Así pasan las cosas a veces. Tras separarse de él por culpa de aquella rubia, y ¿qué le había dicho Mónica de ella? ¿Que no había cumplido los treinta? No era posible. Y, si era cierto, qué mal se conservaba la pobre… En fin, que tras separarse de él hacía cinco años, no había vuelto a verlo. Ni ganas había tenido si era sincera. Pero eso había cambiado cuando los habían nominado a ambos para aquellos premios. Casi iba a arrepentirse y todo de haber aceptado traducir aquel libro. Y ¡mira que había sido entretenido! Con todos aquellos cotilleos y ese autor tan simpático, que había insistido en invitarla a cenar a aquel restaurante de al lado del estudio en el que había escrito su famosa escena del piano, para que ella se hiciese una idea del ambiente y disfrutase, de paso, de aquel Vega Sicilia que la había convencido de que había nacido para rica y de que cualquier vino que probase ahora no le sabría más que a zumo de uva avinagrado. Total, que luego habían decidido convertir aquel libro en película y Pablo, que era amigo de él (cinco años y seguía sin poder decir su nombre), había tenido la brillante idea (y no era ironía) de que fuera ella quien hiciese la adaptación del guión. También es que ella era buena, ¡demonios! Tanto que la habían nominado; bueno, habían nominado su guión para el premio de mejor adaptación. ¿Y él? Él tenía que hacer el papel de su vida justo ese año. No aquel en que habían viajado a Libia para que él se documentase, no. ¡Con lo mal que lo había pasado ella con tanta arena, tanto calor, tanto frío y tanta foto de Gadafi en las paredes, que de aquella no había Photoshop, pero algo ya le habrían retocado que acabó hasta encontrándolo atractivo, gorrito ridículo y todo. Y, bueno, volviendo a los premios, tres horas buscando el vestido perfecto, ese que abrazaba sus curvas, había dicho el dependiente gay de la tienda --¡qué sabría él de curvas, la criatura!--, y realzaba sus… ¿cómo había dicho? Voluptuosidades. Eso era. ¡Vamos!, que la apretaba donde tocaba y se las ponía a una altura que esperaba no tropezarse porque iba a acabar con marcas de dientes donde no las había dejado ningún hombre desde… El vestido. Divino. Todo drapeados, ballenas y metros de tul. Y va la rubia, la de los treinta mal llevados, y aparece en la sala de la ceremonia del brazo de él, peinada con una torre de cabellos como almíbar --o sea, hecha un adefesio-- y tantos metros de tul como ella, los mismos drapeados, el mismo vestido en suma, con un accesorio que ella no llevaba: pareja. Así pasan las cosas a veces. Ella ganaría, bueno, su guión, el premio a la mejor adaptación. Pero todo el mundo hablaría de la fantástica coincidencia de gusto de las dos parejas (la antigua y la nueva) de él. Menos mal que sus voluptuosidades llevaban mucho mejor los cincuenta que las de la otra los… ¿cuántos decía que eran? ¡Ah, sí! Treinta. ¡Ja!

(imagen de la película ¿Otra vez tú? [You Again]).

2 comentarios:

Oltra Bitácora dijo...

Eres genial, pero tu sabes a quien estoy yo esperando, verdad?

Tracy dijo...

JAJAJA, cómo me he reído...

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