Viajar con el trabajo a cuestas es un poco como viajar con niños: tienes tu maleta --la que lleva tu ropa, tus zapatos y tu neceser-- y «la maleta que no puedes perder». La primera, la zarandeas, la facturas y, aunque rezas porque no le pase nada, sabes que es reemplazable. La segunda no se separa de ti, la mimas, la cuidas como si fuese de oro y, desde luego, procuras no perderla de vista. Si tienes un bebé, esta maletita es la que lleva sus pañales, su cambio de ropa y a Teddy. Si eres traductora, el contenido será el de la única lista de viaje que hiciste antes de salir de casa:
Si hay sitio, también incluirá los analgésicos, el suero ocular, las tiritas y los relajantes musculares. Pero no trataré de engañarte: lo importante siempre será la tecnología. Y, por eso, mi portátil viaja con maleta propia.
(imagen).
p.s. de mi antiguo blog "aquí se traduce".
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