da igual tener más o menos: lo importante es no ser un miserable.
el miserable no solo quiere más como el tacaño. el miserable es, en realidad, un ser ávido de control, capaz de amargar la vida a los demás por cuatro reales. puede ser el que te cobra dos céntimos más de la cuenta si tu bebida era más cara, el que considera que no hace falta la crema de marca si existe la del súper, el que «olvida» los cumpleaños o la lía en la caja por un vale de descuento. su problema no es el dinero. su problema es que no sabe disfrutar. y envidia mortalmente a los demás cuando lo hacen. eso es lo que quiere hacerles pagar.
y lo peor es que jamás va a conseguir su objetivo: amargar a los disfrutones.
la pena es que, encima, los irá echando de su vida hasta necesitar tener, como el de Meta, amigos virtuales porque nadie se toma ya ni un agua con él. para llorar, la verdad. y serán los disfrutones, los hedonistas, esos a lo que ha ido alejando, los que lo lloren. aunque no sirva de nada.
eso sí que es una maldición.


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