me pregunto muchas veces cómo hay gente que se humilla por la simple inconsciencia de sus limitaciones. y recuerdo, entonces, aquello que decía Joan Didion en su On Self-Respect:
las personas con dignidad tienen la valentía de reconocer sus errores. conocen el precio de las cosas. cuando eligen la infidelidad, no corren después, por pura mala conciencia, a recibir la absolución de las partes afectadas; ni se quejan excesivamente de la injusticia, de la vergüenza inmerecida, de ser el tercero en discordia. cuando eligen renunciar a su trabajo para perder el tiempo en un bar, no se sorprenden luego amargamente de que otros consigan el encargo que ellas soñaban.
y, bueno, pues eso: que no soporto a la gente así, a quien echa balones fuera siempre, a quien no reconoce que no es tan bueno como le gustaría (cuánto Dunning-Kruger quejándose de sufrir síndrome del impostor), a quien acusa a los demás de maldad por pura envidia y sin gota de empatía, a quien escurre el bulto y luego se da postín. a los indignos. a mucha gente así que me rodea ahora mismo.
no puedo recomendarles a ellos que lean a Didion porque temo que no la entenderían.
pero puedo recomendároslo a vosotros, ¿verdad? porque me comprendéis, me queréis y seguro que sí os respetáis como personas. porque vosotros sí sois dignos.
uf. qué desahogo haber escrito esto. tanto que, ahora mismo, firmaría: La Hiena.
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